NO los veíamos, a esos perros gemidores
Del inframundo,
esos xolotlzcuintles
Cuyas heridas
sanaban con sólo humedecerlas.
No los veíamos mas
allí estaban, dentro
De nosotros, caminando
con nuestros pasos,
Sangrando nuestra
sangre con aroma de incienso.
¿Nos guiaban talvez
al infierno, a un cielo del revés,
A nuestros huesos
descarnados, a nuestra desmemoria?
Eran calientes, su
cuero sin pelos nos encendía el corazón.
Ahora, aquí abajo
velan nuestras armas, quieren despertarnos
Para acudir donde
Xólotl, el guardián de esta rara comarca
Pero sólo deseamos
descansar, hemos sufrido demasiado.
No nos platiquen ya
de mujeres de muslos de lino
No nos recuerden el
Sol cuyo carro rueda en la alta esfera
Nadie de aquí nos
moverá. A nosotros, los guerreros de la nada.
(Villahermosa,
México, 2008 - Para el poeta Roberto Arizmendi)
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